Estados Unidos, la Nación Indispensable - la maldición de vivir en casas cuadradas
Los Pieles Rojas o nativos norteamericanos, para quienes el pensamiento venía antes que el discurso, produjeron verdaderas piezas magistrales de ironía con bellos pasajes de furia poética: la Tierra es infinita como el cielo y no pertenece a los seres humanos. Nada vive mucho tiempo, solo el gran viento, la tierra y las montañas.
Con el objetivo de justificar las transgresiones permanentes de la frontera nativa, los políticos estadounidenses inventaron el Destino Manifiesto - Manifest Destiny -, el evangelio calvinista del progreso al precio que sea, precepto fundamentalista del ´excepcionalismo imprescindible de Estados Unidos, la última y mejor república que el mundo jamás haya visto, la nación que lleva esperanza, libertad y democracia a los pueblos del mundo´, en su avidez extrema de tierras para la especulación corporativa.
´Exterminio o Destierro´ era la consigna de aquellos colonos, gente de cara pálida tan numerosa que andaba siempre apresurada, aunque al dar tantas vueltas diera la impresión que no llegarían jamás a su punto de destino, porque no pertenecen a ningún sitio y adonde van la muerte los sigue.
Una sociedad que consiste en la suma de su vanidad y avaricia también es un estado de guerra. No hay tal cosa como la historia de Estados Unidos, sólo una frontera a conquistar. Ni existe país sobre la faz de este planeta más allá de su alcance. No hay cómo escapar de ellos, están en todo lado. Los buenos norteamericanos mueren jóvenes en los campos de batalla.
Después de la disolución de la Unión Soviética, Estados Unidos se proclamó como ´el único Estado con fuerza, alcance e influencia en todos los sectores - sean políticos, económicos y militares - realmente globales’ proponiéndose impedir que ninguna potencia hostil logre dominar una región cuyos recursos sean suficientes para generar un poderío global.
Ese puritanismo perfecto en el paraíso terrenal del hiper-corporativismo, está predestinado al asesinato de todo aquel que no se someta íntegramente a una misma e inexorable interpretación de la ´democracia universal´ y supuestamente humanitaria que el Estado Profundo pretende imponer por la fuerza de las armas en los cuatro puntos cardinales del planeta.
La mundialización de los ´valores´ anglosajones ha creado una sociedad de estados nacionales republicanos. La piedra angular de esta ideología es su enemigo designado, todo aquel que se oponga a la globalización corporativa. El genocidio de los pueblos originarios fue su etapa inicial. La islamofobia es su última variante.
La Gran América, junto con el culto a la mística del superhombre y a pesar de una historia plena de guerras no ganadas, intervenciones fracasadas, actividad criminal intensiva, filtración de secretos, y todo tipo de escándalos, ve su destino manifiesto como un derecho ilimitado a matar a todos quienes se muestren reticentes a entrar por voluntad propia en la matriz sionista-protestante, instrumento de una destrucción interna y programada, del mismo modo que el mesianismo marxista y posteriormente el freudo-marxismo liberal realizaron y prosiguen una obra análoga de liquidación en las sociedades post-cristianas, cual una continuidad del derecho pagano al destino manifiesto del indispensable. Y después la nada.
Los Pieles Rojas o nativos norteamericanos, para quienes el pensamiento venía antes que el discurso, produjeron verdaderas piezas magistrales de ironía con bellos pasajes de furia poética: la Tierra es infinita como el cielo y no pertenece a los seres humanos. Nada vive mucho tiempo, solo el gran viento, la tierra y las montañas.
Con el objetivo de justificar las transgresiones permanentes de la frontera nativa, los políticos estadounidenses inventaron el Destino Manifiesto - Manifest Destiny -, el evangelio calvinista del progreso al precio que sea, precepto fundamentalista del ´excepcionalismo imprescindible de Estados Unidos, la última y mejor república que el mundo jamás haya visto, la nación que lleva esperanza, libertad y democracia a los pueblos del mundo´, en su avidez extrema de tierras para la especulación corporativa.
´Exterminio o Destierro´ era la consigna de aquellos colonos, gente de cara pálida tan numerosa que andaba siempre apresurada, aunque al dar tantas vueltas diera la impresión que no llegarían jamás a su punto de destino, porque no pertenecen a ningún sitio y adonde van la muerte los sigue.
Una sociedad que consiste en la suma de su vanidad y avaricia también es un estado de guerra. No hay tal cosa como la historia de Estados Unidos, sólo una frontera a conquistar. Ni existe país sobre la faz de este planeta más allá de su alcance. No hay cómo escapar de ellos, están en todo lado. Los buenos norteamericanos mueren jóvenes en los campos de batalla.
Después de la disolución de la Unión Soviética, Estados Unidos se proclamó como ´el único Estado con fuerza, alcance e influencia en todos los sectores - sean políticos, económicos y militares - realmente globales’ proponiéndose impedir que ninguna potencia hostil logre dominar una región cuyos recursos sean suficientes para generar un poderío global.
Ese puritanismo perfecto en el paraíso terrenal del hiper-corporativismo, está predestinado al asesinato de todo aquel que no se someta íntegramente a una misma e inexorable interpretación de la ´democracia universal´ y supuestamente humanitaria que el Estado Profundo pretende imponer por la fuerza de las armas en los cuatro puntos cardinales del planeta.
La mundialización de los ´valores´ anglosajones ha creado una sociedad de estados nacionales republicanos. La piedra angular de esta ideología es su enemigo designado, todo aquel que se oponga a la globalización corporativa. El genocidio de los pueblos originarios fue su etapa inicial. La islamofobia es su última variante.
La Gran América, junto con el culto a la mística del superhombre y a pesar de una historia plena de guerras no ganadas, intervenciones fracasadas, actividad criminal intensiva, filtración de secretos, y todo tipo de escándalos, ve su destino manifiesto como un derecho ilimitado a matar a todos quienes se muestren reticentes a entrar por voluntad propia en la matriz sionista-protestante, instrumento de una destrucción interna y programada, del mismo modo que el mesianismo marxista y posteriormente el freudo-marxismo liberal realizaron y prosiguen una obra análoga de liquidación en las sociedades post-cristianas, cual una continuidad del derecho pagano al destino manifiesto del indispensable. Y después la nada.